La batalla llegaba a su fin. Los rayos iluminaban el paisaje desolador
de la derrota. La muerte y la destrucción se hallaban por doquier. El capitán
se refugió en la última torre, había perdido su espada, su escudo y la
esperanza. El enemigo victorioso acechaba. El amanecer tardaba demasiado. Solo
quedaba la daga para escapar, escapar de la angustia, de un futuro de martirio,
escapar por fin de los últimos instantes de vida.
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