UNA FRÍA NOCHE DE OCTUBRE



  Un extraño ruido me hizo despertar sobresaltado. Era una noche fría, algo llamativo en el mes de octubre. Yo dormía desde hacía horas, pero aquel ruido interrumpió abruptamente mi sueño. Con ojos aún nublados, observé como el reloj sobre la pequeña mesa al costado de mi cama marcaba las 3:11am. Sin embargo, decidí levantarme y tratar de hallar el origen de aquel ruido. Lo había escuchado solo una vez, y aún así me sentía obligado a descubrir qué lo había causado. Tras prender la pequeña lámpara junto al reloj, una rápida oteada por mi exigua habitación me hizo comprender que todo estaba como siempre, incluso el desorden. Me arropé con algunas mantas y me dirigí al armario, pensando, no sin cierta sensación de temor, que era el lugar propicio para ocultarse, en caso de que alguien se hubiese colado con quién sabe qué intenciones. Abrí el armario lentamente, el crujido de la puerta fue el único sonido que rompió el sepulcral silencio de aquel instante y de la noche. No había nada extraño adentro, solo mis habituales pertenencias. Mi cerebro seguía trabajando con inusual ansiedad. Me eché al suelo, frío al contacto con mis manos y rodillas, y miré bajo la cama, con inusitado ritmo cardíaco. Vacío y oscuro. En las paredes, solo los mismos estantes y decoración, y los mismos libros inertes.

  Tras una ojeada detallada a la habitación llegué a la conclusión de que quizás había soñado aquel ruido, si bien parte de mi no estaba convencida del todo, pues había sido tan real que dudaba que fuese solo obra de mi mente. Además, si lo había soñado, no tendría razón para seguir sintiendo un infundado temor que parecía ir en aumento. Decidí intempestivamente que lo mejor era volver a dormir y no seguir perdiendo tiempo injustificadamente. Sí, eso haría, me iría a dormir y no más conjeturas y pensamientos en vano. Con esa idea fija, reacomodé la cama, y ya que estaba de pie, sentí la necesidad de visitar el baño. Este era realmente un pequeño cubículo adjunto a la habitación, pero con lo indispensable para ser considerado un sanitario. Me olvidé de prender la luz al entrar, pero no era imprescindible, pues la cercanía hacía posible que llegase la tenue iluminación de la lámpara junto a mi cama.

  De repente, y cuando ya hasta creía empezar a tranquilizarme, una imagen me dejó completamente helado. Al mirar al espejo en la pared sobre el lavabo, junto a mi reflejo vi unos horribles ojos, enormes, rojos, siniestros, sin pupilas, ni rastro de humanidad. Aquellos ojos inmóviles me provocaron tanto temor en un instante, que no podía ni siquiera pensar, sentía el frío en mis huesos, mas no podía dejar de mirar aquella imagen, por más que quisiera, pero no tenía voluntad, solo temor, un temor inconmensurable e indescriptible. Una vez más me invadía el terror, una vez más aquellos ojos infectos me perforaban con su mirada. De nuevo el pavor de esa imagen tan perturbadora me encontraba, como en esas otras ocasiones. Jamás podré escapar de ella, me persigue, me hostiga, siempre me encuentra. Jamás escaparé. No podré huir. Siempre me encuentra.




22/3/2020

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