Me gusta pasar tiempo con mi abuela. Me hace feliz, y a ella también. A veces creo que se siente sola, otras estoy segura, necesita compañía. Pasa demasiado tiempo en su habitación, sentada en su vetusto sillón de madera de roble; apacible, en silencio, cerca de la ventana, contemplando los días. Demasiado tiempo transcurre así para la abuela, por eso le brindo mi compañía, trato de hacerle reír, disfruto sus anécdotas, la hago feliz. Se siente bien hacer feliz a la abuela, ella necesita la felicidad. Pasamos horas y horas conversando, jugando, riendo. Adoro pasar tiempo con mi abuela, por eso no entiendo y hasta me molesto cuando mi madre me regaña y me pregunta con premura el por qué paso tanto tiempo en la habitación vacía junto a un sillón inmóvil, por qué se me van las horas riendo a solas junto a la ventana. No entiendo a mi madre, no comprendo por qué me sigue diciendo que mi abuela ya no está. Me siento confusa, no comprendo, pero siempre he de obedecer a mi madre, es lo correcto, y debo hacerlo, debo obedecer, es lo que siempre me dice el señor en el espejo.
Abril 7, 2020
Abril 7, 2020
0 Comentarios